Con la imagen de este post hemos querido jugar a dos bandas: una, incitar a cambiar el hábito de ver la televisión por el de la lectura; y dos, recordar que este último no se puede imponer. El título no es de cosecha propia, sino tomado prestado de Daniel Pennac, en su ensayo «Como una novela«, donde aborda la problemática de la falta de lectura en los adolescentes, «el verbo leer no tolera el imperativo».

En el caso de los más jóvenes y el eterno problema para conseguir que se aficionen a la lectura, que lean más, que lean mejor,  el obligar a hacerlo no lleva a ningún resultado positivo, quizás simplemente por el hecho de ser algo impuesto por el mundo de los adultos. La libertad para que lo haga o no, eso es lo importante.

«El papel de los padres en este sentido debe ser fomentar el interés hacia la lectura con pasos y actividades como los que se han mencionado anteriormente. Sólo de este modo se logrará que el día de mañana cuando la lectura de una obra se acerque al final, el niño en vez de alegrarse por terminar el libro se lamente de que la diversión se acaba», dice Pennac.

Si bien el formato Lectura Fácil está destinado preferentemente a personas con dificultades lectoras, los libros en LF se utilizan en muchos casos para «enganchar» a la lectura a niños o jóvenes que identifican directamente libro con algo pesado, difícil, aburrido y poco motivador como actividad de ocio, y no digamos ya de información o conocimiento.

Contaba Maria Angels Sellès, (profesora de secundaria en un instituto catalán y escritora de obras en LF) en la jornada celebrada en diciembre en Alhóndiga Bilbao, como algunos de sus alumnos habían comenzado a leer novelas, clásicos de la literatura, en Lectura Fácil para después pasar a otros títulos normalizados.

Estas son algunas de las ventajas de la LF, textos sencillos, de fácil comprensión, de temática variada y estimulante que pueden conseguir vencer la reticencia a leer, suponer un proceso de normalización y de integración social en el aula. En definitiva, con estos libros «se sorprenden» de haber llegado a leerse un libro; supone perder el miedo a la letra escrita, a la lectura.

Y además, disfrutarla.

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